Por: Valeria Largaespada
No le tengas miedo a las lenguas extranjeras, ellas no te cierran las puertas mejor dicho, las abren y te dan más oportunidades.
Toda mi vida creí que los números y las matemáticas iban a ser mi futuro, desde pequeña mis padres me veían estudiando una carrera del área de ingenierías y ciencias exactas, pero desde lo más profundo de mi sentía que ese camino no era para mi. Hay una enorme diferencia entre ser bueno en algo y que te guste. En mi caso, era buena en matemáticas pero no me gustaban.
Los sábados en mi casa eran un caos, tanto así que mi madre siempre me enviaba a cursos de natación, baile, pintura para saciar mi energía y no estar encerrada en el caos de la casa, pero debido a mis bajas calificaciones en la materia de inglés, ella decidió inscribirme a clases de ese mismo idioma. “Te servirá para el futuro” solía decir ella.
Al entrar a las clases de idiomas, no tenía curiosidad por el idioma, sentía que estaba ahí más por un castigo que por méritos propios, sacar un diez o cinco me era indiferente, solo iba a comer la grandiosa comida de la cafetería y a hacer amigos.
Poco a poco fui creciendo al igual que mi nivel en en inglés y con eso vino mi interés por los idiomas extranjeros, sentía que saber inglés me abriría las puertas en la preparatoria a la que iba: los profesores me exentaban en la materia, mis compañeros me pedían ayuda y me conocía en la escuela por mi nivel de inglés.
A los diecisiete-dieciocho años tienes que tomar la decisión más importante para tú vida; ¿Qué carrera estudiarás?. No llevas ni un cuarto de tu vida y ya tienes que decidir a qué te dedicarás toda la vida. Muchos piensan que es una decisión contundente, no hay falló ni error. Yo pienso que está bien equivocarse, somos humanos y vale la pena cada tropiezo.
A los dieciocho decidí estudiar contaduría pública, era buena en matemáticas. ¿Qué podría salir mal? Al no sentir que estaba llevando por rumbo correcto mi vida, sentía que algo faltaba: las lenguas extranjeras.
Todos los estudiantes universitarios tienen la oportunidad de ir a trabajar en verano a un campamento de verano o un intercambio si saben buscar bien y aprovechar sus recursos. Yo lo aproveche; era la oportunidad perfecta para poner a prueba mis habilidades y conocer otro país.
Llevaba más de seis años estudiando inglés, pero al llegar a los Estados Unidos, no pude entender ni un “Hello”, los nervios son normales, a todos nos pasa.
Al terminar el campamentos (porque la experiencia merece su propio artículo) decidí que por el bien mío y de mi futuro, comenzaría a estudiar la Licenciatura de Lenguas Extranjeras.
Muchas personas lo primero que te dicen es “Te morirás de hambre, ¿De qué trabajarás?, No vas a viajar mucho, Casi no hay trabajo”.
Las oportunidades uno mismo las hace y las forja, todas las personas en el mundo tenemos las mismas oportunidades, solo que hay personas que saben cómo aprovecharlas y otras que no.
Los idiomas te hacen una persona más abierta y culta, no solo aprendemos a pronunciar y a decir “No es Niké y Niki”, sino que estudiar lenguas extranjeras nos hace más sociables y a tener diferentes habilidades que las demás personas no poseen.
Por ejemplo; en mi caso descubrí que aparte de conocer gente de otros países, me gusta conocer su vocabulario y entender palabras nuevas que no existen en el español. Entender porque hay palabras similares en todos los idiomas y el comienzo de la lengua me fascina, al igual que los fallos históricos en las traducciones.
Cuando comienzas estudiando una lengua extranjera, quieres seguir conociendo y conociendo más lenguas. Quieres practicarlas y ponerlas a prueba.
No le tengas miedo a las lenguas extranjeras, ellas no te cierran las puertas mejor dicho, las abren y te dan más oportunidades.
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